Alvaro Miranda Buranelli
 
POEMAS SELECCIONADOS
LOS LENTOS REMEROS SOBRE ESPESAS AGUAS

 

 

 

en un lugar que sueño
lámparas arden eternamente
a veces los dioses se levantan
e intentan apagarlas
entonces reaccionamos
y borramos a los dioses
así comprendemos
que somos las lámparas.

 

 

 

 

LOS DIOSES DE PIE

 

los dioses, de pie, como los totem
de ciertas tribus hacia el norte
venerados por la muchedumbre, se erigen
augustos, rígidos, irreprochables,
con rictus de comprensión benevolente
y aire seguro e inequívoco
la sumisión ajena les asegura perpetuidad
hasta que caen aquejados de males
de índole diversa
entonces no caen como los árboles
no mueren de pie.

 

 

 

 

allá: desde donde miran los muertos
hay muchos queridos que me ven
y no me reconocen

me buscan como en penumbras
se desconocen buscándome
sus pasos me golpean como losas

cuando pase a conocerlos
el amor como un hacha
limará con su filo

y entraremos los unos en los otros
como viajeros felices de volver
a viviendas familiares.

 

 

 

 

EL CUCHILLERO

 

parado en el balcón
mientras anochece
el hombre de cristal
mira a sus pies
pichones muertos

desde la altura
sobre su cabeza
el cuchillero
deja caer sus hilos

mañana el sol sorprenderá
en el balcón
cristales muertos.

 

 

RAZÓN

 

                                                                   Mors ultima ratio

 

los viejos senadores romanos abrían sus venas
y se recostaban a morir con serenidad mezclando
el agua y la sangre
el rojo se diluía en el líquido transparente
y ellos entraban en trance de sueño
la barca los llevaba río abajo
hacia la espejada noche cerrada
a veces percibían titilantes estrellas pequeñas
que se desvanecían en espesa atmósfera
y el sonido de la cascada iba languideciendo
mientras llegaba el silencio duro como mármol
y un filo frío recorría las arterias
así se limpiaba el interior de los seres
así se llegaba al fondo del polvo
así se firmaba la última página
y toda la infatigable fauna de los orígenes
toda la triste historia de esa fauna
frangosa de la humanidad
la irresistible historia de los errores humanos
cada pieza movida inestable o firme
cada leve movimiento sugerido por el viento
un terciopelo fino que se eriza
la piel de la mano
cada partícula de polvo suspendida en el aire
cada gota de rocío suspendida en su caída
cada movimiento de la glotis en la articulación
cada sombra pasajera en la luna del espejo
el humor acuoso en las fosas nasales
el instante de la caída de la cabeza
la mueca inmóvil en la curvatura de la boca
los párpados cayendo como un leve manto
sobre los ojos para siempre ocultos
se iba el ser que nunca fueron
y la vida que fue desconocido tiempo
y el breve espacio que les fue otorgado
en la evanescente isla final
del agua y la sangre.

 

 

 

 

sobre las aguas tranquilas del lago
iban multicolores espejismos de lino y nylon
las rubias nadadoras sobre deslizables azules
bronceados los desnudos torsos, oscuros los ojos
mecidas por la corriente y el viento
llevando sus fugaces cabelleras hacia la rosa
carnal del sol entre nubes y bosques
en aquella tarde las fuerzas subterráneas
de esquivas mareas hundidas
en el lento combate de la tarde y el agua
me despojaron del velo final sobre la caliente arena
cuánto decir mudo
cuánta compartida dulzura aquella estival
solana junto al lago de aquietadas aguas
que se iban en meandros silenciosamente rosados
cuyo sabor me palpita aún en la boca.

 

 

 

 

PER UMBRAS

 

he soñado que asia se acercaba a mi campo de almácigos
cubriendo su rostro con pétalos de sangre
yo preguntaba inquieto si estábamos heridos
-la sangre me recordaba un vago rumor de serafines –
los ojos yertos iban húmedos
los altos caminantes sobre las arenas
ibant oscuri solitarios y juntos
juncos flexibles entre las dunas
¿estamos sangrando? repetía, rengos, cojitrancos, hundidos
en su mutismo de metal
mudos de miedo, ardidas las palmas
le pregunté con la mirada:¿estamos solos?
y creció un sol negro repentino, “no hay más amor” decían
no sé dónde nacían esas palabras
sola sub note los caminantes erguidos, avanzados juncos
rompiéndose como olas contra las dunas
¿sangramos? preguntaba y asia, la ligera voladora, la figura
del hechizo de mi infancia ¿dónde estaba?
¿dónde fueron los pétalos y el almíbar en los ojos?
la vasta desolación de un principiante
el ardiente anatema de la sangre.

 

 

 

 

MUSGO

 

“Je dis ma Mère. Et c’est a vous que je pense, o Maison!
                                                 Maison de beaux été obscures de mon enfance…"
Milosz, Mélancolie.

 

había una lenta bruma que se levantaba por las noches
una nocturna humedad que vulneraba los objetos
afuera, en los alféizares, el tiempo tejía su telar de musgo
a lo largo de los rincones, entre piedra y piedra
una hilera suave como de terciopelo verde oscuro
me acariciaba la piel. El aire de la naturaleza
entraba en los pulmones y aquel viejo frío se desvanecía
en el hogar, en las niñas noches de la radio unificadora
de la familia, el Toddy con Tom Mix después de la escuela
antes de los deberes, las cenas de la familia
entre programas de preguntas y respuestas y noticias o la música
de la ensoñación. Era un aire suave pero otro: se sentía el amor
de la Casa en las habitaciones iluminadas, en el arbolito
de navidad o en las escaleras blandas y crujientes. Había sonidos
de amor en sus ventanas y celosías como pestañas abiertas al verano.
La Casa vivía su armonía serena en el seno de la familia
comulgaba con nosotros en las cenas navideñas, los almuerzos dominicales,
los cumpleaños infantiles. La felicidad crecía en su interior como
en nuestros pechos, alimentaba nuestros corazones, los florecía. La Casa
siempre estuvo cuando volvía de la clase, del trabajo, y era como mi madre,
allí las dos, juntas, esperando el abrazo del reencuentro diario,
el cobertor que ponía el sueño en los ojos niños, el beso que apagaba con dulzura el día
y venía la paz serena, con un cielo ajeno
y entonces, por milagro, el sol interior de la Casa inundaba nuestras almas.

 

 

 

LA CASA EN EL PRADO

 

“Casa, jirón de prado, oh luz de la tarde
                                                             de súbito alcanzáis faz casi humana
                                                             estáis junto a nosotros, abrazando, abrazados.”

R.M. Rilke.
 “A nossa vida, ó mâe, a nossa perdida vida.”
Alvaro de Campos. Paso de las Horas.
ahora la palabra busca la cámara para trazar
en un arco preciso una fotografía del pasado
sueño, pero ninguno de los instrumentos me contiene
o contiene aquél que fui en la Casa mansa
frente al jardín botánico, al verde brillante de las hojas,
el arco iris cósmico de los prados con sus flores de alegría,
los añejos troncos con sus verdes copas oscurecidas
sobre el sendero húmedo. Y el silencio transparente, cristalino
el silencio del tiempo subiendo por las raíces hacia el aire
apenas cortado por risas infantiles. No hay fotografía,
ni cámara, ni palabra, que intente con su artificio
aquella recuperación imposible, el inolvidable rincón de mi alma
que nacía a un espacio supremo donde se modelaría ese yo
que se pasea con mi nombre y apellido. Pero el ser que era
se quedó en las estancias que abandonaba sin conciencia,
ese niño que protege su vida y su crecimiento, ese adolescente
que imagina la pluralidad de los mundos, ese joven que se pierde
en confusiones y se suicida al partir hacia otro espacio.
Todo acto es impotente. Nada vuelve atrás, a recobrar los muertos
queridos que cuidan nuestras inequívocas renuncias. Arrojado a la vida
como a la arena de leones y panteras, perdida la tibieza del sol
anciano del abuelo, la mansa tarde de cristal, hojas y flores en las manos
blancas de la madre, el cierzo que se esfuma, aquel lugar donde fui feliz
sin comprenderlo, aquello blanco y sol que se fue...
Y ahora la palabra que busca lo imposible.

 

 

 

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